La lluvia golpeaba con suavidad su rostro y la brisa acariciaba su cuerpo mientras extendía los brazos para sentirse más vivo que nunca. Por su cabeza no pasaba preocupación, el sonido de las olas relajaban su mente y la frase “no hay mejor lugar” se repetía incesantemente. Había llegado ahí con la esperanza de encontrar libertad, y lo había logrado.
Tenía una compañera que caminaba con él de la mano por cualquier camino y hacia cualquier adversidad, con la que compartía un hogar sin necesidades, tanto emocionales como materiales. Había logrado establecer su lugar en el mundo y ahora se encontraba frente al mar agradeciendo con toda su existencia el tener vida, amor y libertad.
Mientras tanto, ella lo miraba desde la entrada de su casa, serena…feliz, por tener la fortuna de compartir su vida con el que, para ella, era el mejor ser humano que pudo haber encontrado.
Maricela Morlet
No hay comentarios:
Publicar un comentario