5/19/2009

Momento

Dormí con tu cuerpo cuidando al mío. Amaneció... tu rostro estaba a mi lado y tu olor impregnaba la mañana. Tus ojos fueron mi primer imagen, mi primera visión del alba.

Tus brazos son el último recuerdo que tengo de sentirme completamente segura. Nada me podía tocar mas que tu suave mano acariciando mi cintura. Tus latidos eran mi canción de cuna y tu respiración me mantenía en completa relajación.

Pude haberme quedado ahí toda la vida, ahí, en ese momento que a ratos aceleraba mi respiración y me provocaba ganas de no soltarte nunca, de arrancarte la ropa y comprobar de mil maneras que realmente te encontrabas ahí. El frío fue nuestro pretexto perfecto, el aliado que hacía falta para juntar mi existencia con la tuya.

Con miedo te pregunté si querías que me alejara, con seguridad y ternura de inmediato me respondiste que no, me preguntaste si me quería quitar y aferrándome a tu cuerpo con fuerza te contesté de la misma manera.

Recuerdo haberle pedido a la noche que no se fuera, que me dejara probar tu calor más tiempo, pero sólo logramos robarle unas horas a la madrugada. El medio día nos obligó a levantarnos, a retomar la rutina diaria, a separarnos.

Desde el momento en que nos separamos ya te extrañaba, aún cuando te veía de lejos te extrañaba, extrañaba sentirte mío, solo mío y de nadie más.

Me pertenecías y no quería regresarte al mundo, pero el mundo pudo más que yo, la realidad me venció y solamente me dejó el recuerdo de una noche perfecta, de un momento en el que dos cuerpos formaban una sola silueta adornando la cama.

Maricela Morlet

No hay comentarios:

Publicar un comentario